Ayer inauguramos la residencia de mayores en Carbajo, un municipio de la provincia de Cáceres, en la Sierra de San Pedro, gracias al esfuerzo y dedicación de su alcaldesa, Agustina. Este trabajo incansable en tantos y tantos pueblos en nuestra región es lo que los mantiene vivos, creciendo. Desde esta raya, desde este rincón, la metáfora de la construcción se hace más visible y real que nunca.
En Cedillo, en el punto más al oeste de Extremadura, al lado de mi pueblo Santiago de Alcántara, vivíamos y allí celebré mi primer Día de Extremadura; los más pequeños, que éramos nosotros de dos a tres años, bailamos y cantamos con el traje tradicional extremeño canciones en portugués, O vira, por ejemplo, y los más mayores, Another Brick in the Wall de Pink Floyd. Finalizamos con el himno de Extremadura, pero creedme que durante mucho tiempo, años, estuve pensando que Pink Floyd formaba parte del folclore extremeño. Internacionalista y multilingüe así fue. Ahora sé que ese día fue una verdadera declaración de intenciones y aquellos valores de entonces los llevo hoy grabados en la piel. En una comarca donde convivimos pueblos de la provincia de Cáceres y Badajoz, donde la frontera con Portugal para nosotros es solo agua, acabábamos de entrar en la Unión Europea y ya no queríamos más muros, más separaciones, más desigualdad, sabíamos que la unión hace la fuerza y teníamos claro que la educación debía ser la red que tejiese y enriqueciese la región.
En 2012, hace seis años, fui como ponente a Lleida a un congreso internacional, Perverse Identities. Identities in conflict, mi comunicación se titulaba Cuando el saber se llama red o dime con quien andas y te diré como whattsappeas. La universidad estaba rodeada de esteladas y de mensajes pidiendo independencia y pensé: ¡Qué atraso hablar ahora de fronteras! ¡Eso era el siglo XIX! A mí, como una milenial más, me preocupaba e investigaba sobre las identidades en el mundo en el que cohabitábamos, que no era otro que el se prolonga más allá de las pantallas.
Tengo el convencimiento de que nuestra verdadera patria es el tiempo en el que vivimos y supe, en ese instante, que vosotros nos habíais preparado para construir el futuro. Me sentí profundamente orgullosa de Extremadura.
Este año celebramos el 35 aniversario de la Asamblea de Extremadura, los 35 años de mayor estabilidad de nuestra región, la etapa donde se elaboraron los pilares fundamentales de la sociedad del bienestar: la educación, la sanidad, los servicios sociales, las infraestructuras, las comunicaciones y todo atendiendo por igual a las zonas rurales y urbanas. La clave era crear cohesión.
Hoy la realidad, y gracias al fruto del trabajo de los extremeños y extremeñas, es muy distinta y los retos también lo son. Según la Comisión Europea en 2020 quedarán desiertas más de 750.000 empleos en áreas científico-técnicas. La robotización o el cambio del modelo energético supondrán profundos cambios en lo que conocemos hasta hoy.
Conseguir la plena igualdad real entre hombre y mujeres, hacer de nuestro patrimonio natural un motor económico y situar a la educación como piedra angular y garantía de la igualdad de oportunidades, la generación de ideas y desarrollo para una seguir haciendo de nuestra tierra una sociedad moderna, dinámica e igualitaria, donde el bienestar social y la calidad de vida sean los parámetros para reconocer nuestra riqueza.
Hoy podemos decirle al mundo entero que estamos listos, como siempre lo hemos estado, para demostrar lo que somos y estamos dispuestos a hacer para seguir sumando, pero, sobre todo, para querer que nuestra región sea el destino de oportunidades, que todo ese talento generado por el esfuerzo de padres y madres, instituciones, y la sociedad extremeña, no tenga que marcharse o que aquellos que nos miran de lejos, se acerquen de una vez por todas.
Cuando en un pueblo se abre algo, cuando crece, crecemos todos.
Lara Garlito